Hablábamos en la anterior entrada del blog sobre la importancia de tomar conciencia financiera en cuanto a la manera que los ingresos desaparecen en forma de gastos. Sin embargo, hay dinero que ha marchado en inversiones. Aparte de saber qué gastamos (los importes que salen y no vuelven, el consumo), haremos un ejercicio muy interesante si revisamos lo que tenemos (lo que hemos ahorrado y está más o menos disponible).
Nuestra experiencia con clientes nos dice que de este repaso se obtienen también datos muy útiles.
Durante el proceso de revisión, aquellas personas que han tenido capacidad de gastar menos de lo que ingresan en momentos de su vida se dan cuenta de que tienen toda una serie de productos dedicados genéricamente a ahorrar, a veces con importes significativos, a pesar de que a menudo no se les ha asignado un objetivo específico.
Desgraciadamente, lo que también nos encontramos es que la mayoría de los productos provienen de ofertas que alguna entidad financiera les ha hecho (casi siempre el banco con el que trabajan), pero sin que ello responda a una buena planificación.
Así, habrá clientes que tendrán un depósito a un año porque que en su día había mucho dinero en su cuenta corriente, fueron a preguntar qué podían hacer con lo que no necesitaban, y su banco les propuso (como es habitual) contratar este tipo de producto.
También es usual que, dado que las rentabilidades del dinero a corto plazo hace tiempo que son muy bajas, en vez de un depósito el banco haya recomendado a clientes que cuenten con excedentes en la cuenta corriente determinados fondos de inversión (algunos incluso con regalos en forma de toallas para el baño o nórdicos para el invierno), o cualquier otra opción como cédulas hipotecarias, bonos del Estado, obligaciones, acciones del propio banco, etc.
Otra posibilidad es que tengan contratado un seguro (por ejemplo, del hogar), y un día les haya llamado el agente que se lo lleva para ofrecerles algún producto de aportación periódica a largo plazo, tales como un seguro de ahorro, o un PIAS, o, si esto ha ocurrido en los últimos meses, un SIALP.
Los que estéis leyendo estas líneas, ¿os sentís identificados con alguna de las situaciones anteriores?. Apostaría a que sí …
Por desgracia, insistimos en que es poco probable que nadie preguntara la finalidad del ahorro y si éste era el producto más adecuado para este objetivo.
En el momento que determinamos el destino final de la inversión, sabremos si éste es a corto, medio o largo plazo, y en función de ello podremos analizar si los productos son adecuados para lo que queremos. En general, para imprevistos y bienes que se compren cada cierto número de años (coche, electrodomésticos del hogar, reformas, etc.), necesitaremos productos con liquidez para los que tendremos que renunciar a intereses elevados. Por el contrario, para objetivos a largo plazo el dinero ya no deberá permanecer tan líquido y podremos obtener mejores rentabilidades.