La mayoría de nosotros sabemos que vivimos en una sociedad que nos impulsa al consumo. Las trampas financieras nos rodean por todas partes, dificultando conseguir objetivos que nos habíamos marcado. Su desactivación pasa por ser conscientes de que existen. Esto es imprescindible para detectarlas antes de que caigamos en ellas de cuatro patas. Las líneas que siguen pretenden ayudar a desenmascararlas.
Para hacerlo, contamos con el valioso acompañamiento del libro de Dan Ariely y Jeff Kreisler «Las trampas del dinero». Recomiendo su inspiradora lectura, que intentaré resumir en esta entrada del blog (y alguna otra muy cercana). Vamos a ver de qué engaños hablamos.
Trampas financieras que derivan de comparaciones engañosas
A menudo olvidamos que 100 EUR tienen el mismo valor independientemente del contexto. Es decir, quizás nos parecerá que vale la pena desplazarnos para ahorrarnos 100 EUR en una oferta de móvil de una tienda de la otra punta de la ciudad. No obstante, seguramente compraremos un coche al concesionario de la esquina aunque haya una oferta 100 EUR más barata a una hora de camino. Sin embargo, el importe es el mismo. Y lo que podemos comprar con ese dinero también.
De manera similar, disfrutamos de ofertas o rebajas casi todo el año. En esta situación, solemos comparar precios con los previos a la rebaja. Nos muestran importes anteriores a la oferta (que tal vez están previamente hinchados), y entonces nos parece que la cantidad que acabamos pagando es relativamente barata.
En esta misma línea, los autores del libro hablan de las trampas financieras relativas al anclaje. Este provoca que tomemos como referencia un precio (a menudo de manera inconsciente), y que esto nos distorsione la percepción de la siguiente oferta. Una carta de restaurante puede estar diseñada de forma que nos anclemos en el primer precio para entonces pedir el plato siguiente, que es más barato pero deja más margen al propietario. Lo mismo ocurre con algunas tiendas que nos presentan un producto a precio exorbitante como paso previo para que acabemos adquiriendo uno relativamente más barato. Seguro que conocéis algunas.
Cómo algunas trampas financieras anestesian contra el dolor
Masoquistas aparte, a nadie gusta sentir dolor. Y pagar suele hacer daño. En principio, cuanto más dolorosa resulte la salida de dinero, menos gastaremos. Según Ariely y Kreisler el sufrimiento está relacionado con el tiempo y la atención.
- Cuanto más tiempo pase entre el pago y el consumo, menos mal nos sentimos. Especialmente si lo que pagamos es tan ilusionante como, por ejemplo, las vacaciones de las que queremos disfrutar en tres meses.
- Y cuanto menos atención ponemos, también. Por ello las tarjetas de crédito (o medios como el pago con el móvil y otros que vendrán) tienen éxito. Disminuyen el dolor, hasta que acumulamos un saldo tan grande que nos toca pagarlo poco a poco. Y entonces es cuando averiguamos lo que nos cuestan los intereses asociados a hacerlo así.
La costumbre de asignar etiquetas al dinero
Tendemos a etiquetar gastos o ingresos, y gastamos el dinero con más o menos alegría en función de ello. Pero su valor es el mismo. Por ejemplo, no tratamos igual un dinero que nos toque (caso que juguemos a la lotería) que el de la nómina. Es muy probable que el primero desaparezca con una considerable despreocupación. O ¿quién no se ha encontrado gastando sin pensarlo un importe en el restaurante que seguramente merecería toda nuestra atención en el contexto de la compra semanal?
Parada técnica: primer antídoto contra trampas financieras
Continuaremos haciendo salir del escondite más trampas financieras en una próxima entrada de este blog. Y, además, profundizaremos sobre varias herramientas que nos pueden apoyar para enfrentarnos a ellas.
Ahora bien: no quisiera terminar sin poner sobre la mesa un primer antídoto. En realidad, de manera indirecta ya lo hemos propuesto como pequeño ejercicio de conciencia financiera (ver al final de esta entrada) hace unos meses. Pero ahora insistiremos específicamente.
Resulta muy útil, y casi imprescindible en adquisiciones de un cierto importe, remitirnos al concepto de coste de oportunidad. Se trata de comparar lo que estamos a punto de comprar con las horas de trabajo que nos cuesta (como en el ejercicio). Alternativamente, se puede poner en relación con bienes y servicios a los que quizás renunciaremos debido a la adquisición en cuestión.
Por ejemplo: supongamos que estamos planteándonos un cambio de piso que bien pensado no sería imprescindible. Y pongamos por caso que estamos dispuestos a desembolsar 50.000 EUR por ello. ¿Cuántas horas de trabajo representa este dispendio? O ¿cuántas vacaciones con la familia de valor superior a las habituales podría suponer?
Somos expertos en detección de trampas financieras
Si quieres ampliar información sobre el libro de referencia, te remitimos al siguiente web.
Para finalizar, recuerda que dispones de nuestro servicio de Coaching en economía doméstica para recibir el acompañamiento necesario en el descubrimiento de éstas y otras trampas financieras en un detallado análisis de tu economía personal.