No me cansaré de escribir sobre este tema: la tranquilidad de tener un presupuesto no tiene precio. Vale la pena dedicarle un rato para luego poder desconectar sabiendo que, si hacemos que el presupuesto se cumpla, los objetivos se alcanzarán. Aunque no lo parezca, es así de sencillo.
Sólo se trata de hacer a nivel doméstico lo que hacen las empresas que están bien organizadas, con la diferencia de que en muchos casos el nivel de incertidumbre de los ingresos en un presupuesto personal o familiar baja drásticamente y, sobre todo, se tarda mucho menos en prepararlo.
¿Por qué hace falta un presupuesto?
Tanto a nivel empresarial como a nivel doméstico, prepararlo nos obliga a:
- pensar qué es lo que queremos, qué objetivos tenemos,
- recoger información que nos ayude a prepararlo,
- ponernos de acuerdo (si no estamos solos),
- implicarnos en su confección,
- establecer de qué manera haremos seguimiento, y
- motivarnos para que se haga realidad.
Si en un entorno empresarial hay un laborioso proceso en el que se preparan presupuestos a todos los niveles (ventas, fabricación, compras, recursos humanos, marketing, inversiones, etc.), cuando hablamos de personas o familias, casi siempre bastará con averiguar lo siguiente:
- los ingresos que tendremos,
- los gastos corrientes que se producirán, y
- las salidas de dinero puntuales (pero importantes) que se darán.
En cuanto a ingresos, si estos provienen de sueldos y los contratos son indefinidos, posiblemente en esta parte habrá pocas incógnitas. Caso especial es el de los autónomos, donde será necesario separar claramente las cifras del negocio y los números relativos a la economía doméstica (dedicaré un próximo post al respecto).
Los gastos corrientes es muy probable que tengan una fuerte base sobre lo que ya sabemos que hemos gastado durante el último año (y si no lo conocemos debemos determinarlo a partir de extractos bancarios, tarjetas de crédito, etc.). Con esta información en la mano, sólo hay que dedicar unos minutos a pensar si habrá cambios significativos de cara al periodo sobre el que hacemos el presupuesto para confeccionarlo.
Y, finalmente, cuando nos referimos a salidas de dinero puntuales estamos centrándonos en aquellas partidas de gasto que se producen cada cierto número de años, como pintar la vivienda, hacer obras, preparar la entrada para el adquisición de una vivienda, cambiar el coche, etc.
La palabra presupuesto a nivel doméstico puede dar mucho respeto, pero sólo se trata de una herramienta que facilita mucho la gestión del dinero. Una vez está hecho, las decisiones son sencillas: si los ingresos no fallan, lo que hay en el presupuesto es lo que se puede gastar, y lo que no, pues no debería salir de nuestro bolsillo.
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