Un buen colega de trabajo (gracias Jordi) me hizo llegar hace unos días un interesante artículo de El Economista sobre planes de pensiones, que usamos de base para introducir reflexiones sobre la jubilación y productos financieros pensados para ella.
Tal como ya hemos dicho en otras entradas de este blog, los planes de pensiones no son nuestro producto favorito (ni mucho menos) para preparar la jubilación. Tienen ventajas fiscales inmediatas, pero esta misma fiscalidad es mucho peor que en otros productos del mercado en el momento de recuperar el capital invertido (cuando llega la jubilación). Por otra parte, tal como se puede leer en el mismo artículo, quien firma un plan de pensiones debe ser consciente de que no podrá tocar el dinero que coloque hasta el día que se jubile, a no ser que sufra alguna de las siguientes situaciones (todas ellas poco deseables): muerte, paro de larga duración, enfermedad grave o, desde hace poco, un desahucio.
Nos gustaría destacar especialmente algunos aspectos del artículo. En él se comenta que el leitmotiv de un plan de pensiones es superar la inflación. Nosotros aún iríamos más lejos: cualquier inversión no especulativa (es decir, de riesgo bajo o moderado) donde el dinero no goce de total disponibilidad debería tener este mismo objetivo (porque, en caso contrario, quizás nos deberíamos plantear dejar nuestro dinero escondido debajo de una baldosa de la cocina).
Otro punto destacable es el referente al riesgo de la inversión. No hay que perder de vista que a mayor riesgo, siempre que éste esté controlado por expertos en gestión de activos, hay más posibilidades de mayor rentabilidad a largo plazo. En consecuencia, si estamos próximos a la jubilación (más de 55 años), convendrá tener productos con un perfil de bajo riesgo (con un alto porcentaje de inversión en renta fija), pero cuanto más lejanos estamos de los 67 años, más recomendable es asumir un cierto riesgo (con más volumen invertido en renta variable), partiendo de la base de que todas las estadísticas demuestran que la renta variable puede oscilar al alza o a la baja en momentos puntuales, pero en una línea siempre ascendente a largo plazo .
También nos gustaría incidir sobre la dificultad de determinar cuál es el capital necesario para disfrutar de una buena jubilación. Nos movemos en un entorno donde cada vez está más claro que el sistema actual de Seguridad Social y, más concretamente, el sistema de cálculo de pensiones de jubilación, es insostenible tal como está diseñado hoy en día. Por tanto, nuestra recomendación es ver cuál es el nivel de gasto que nos permita tener un nivel de vida con el que nos sintamos satisfechos, y dedicar el resto de los ingresos al ahorro:
– Ahorro a corto plazo, con máxima disponibilidad, para hacer frente a cualquier imprevisto (p.e. un cambio de nevera) o compras de bienes caros (p.e. un coche), con el objetivo de ser autosuficientes y no tener que pedir ningún crédito a un banco.
– Ahorro a largo plazo (en productos PIAS o similares), con disponibilidad limitada, que nos permita sacar una rentabilidad para batir lo más holgadamente posible a la inflación, sin perder de vista que muy probablemente no nos saldrá a cuenta recuperar el dinero por debajo de un horizonte temporal de 10-15 años.
Por lo tanto, en jubilación y productos financieros pensados para ella hay que ser consciente de:
– lo que pasa cuando ponemos dinero en un plan de pensiones (nos beneficiamos fiscalmente a corto plazo, pero pagamos un peaje caro a largo, sobre todo en el caso de rentas bajas),
– la importancia de batir la inflación porque nuestro dinero no pierdan valor,
– la necesidad de definir un nivel de riesgo adecuado, y
– los beneficios del ahorro, es decir, de ser tan autosuficientes como sea posible a nivel financiero.