Hace unos años, recibía a menudo llamadas de una empresa que comercializaba medios de pago Visa que me recordaba periódicamente que mi tarjeta de crédito todavía disponía de saldo para gastar, y me animaba a concederme algún capricho con el dinero que ponían a mi disposición, que podía ir retornando en cómodos plazos. Recuerdo que incluso me daban ideas: hacer un viaje, renovar los muebles, pagar la entrada de un coche…
Lo que la amable operadora que me tentaba a gastar alegremente apenas mencionaba era que el tipo de interés mensual era tan elevado que acababa pagando por el dinero más de un 15% de intereses al año sobre el saldo pendiente.
Afortunadamente, yo tengo una cierta formación que hace que me plantee siempre el coste de las cosas, y en el momento en que escuché el tipo de interés que debía pagar por el servicio descarté realizar cualquier operación de este tipo. Pero debo admitir que, para quien no disponga de unos conocimientos financieros básicos, debía resultar difícil resistir la tentación.
Esto me lleva a insistir de nuevo a los conceptos de consciencia y responsabilidad, que ya he introducido en alguna entrada anterior de este blog.
En el instante en el que supe el elevado tipo de interés que debía pagar por disponer del dinero que me ofrecían, tuve consciencia. Y el paso siguiente a la consciencia debe ser la responsabilidad: usar la valiosa información de la que disponemos para actuar en nuestro beneficio, evaluando en cada decisión que tomemos si estamos bien encaminados a nuestros objetivos.
Porque, al fin y al cabo: ¿nuestros objetivos cuáles son?, ¿realmente es preciso gastar tanto para acercarnos a ellos?.
Hace unos meses oí decir a alguien que la crisis nos ha hecho más humildes. Afortunadamente, la operadora que me invitaba a gastar hace mucho tiempo que ya no llama, con lo que me ahorro responderle con amabilidad que tomo nota de su producto, pero que actualmente no me interesa. Paralelamente, las cartas de bancos en las que se me informa de que tengo un crédito a mi disposición se han reducido de forma drástica. Debo contar con lo que tengo. Es un tiempo perfecto para volver a disfrutar de las pequeñas cosas y estar más con nosotros mismos. La buena noticia es que, en este sentido, nos lo están poniendo fácil.