Últimamente he tenido algunos clientes que me han hecho sentir la necesidad de escribir sobre la conveniencia de separar la economía doméstica de la relativa a la actividad profesional: el negocio es el negocio, y conviene tener claro qué partidas de gasto corresponden exclusivamente a esta actividad.
De hecho, el tema se centra en que, cuando se es un trabajador con un salario, es muy sencillo separar ingresos de gastos, dado que la mayoría de salidas de dinero no tienen ninguna relación con el trabajo que se desarrolla (a excepción, quizás, de transportes de ida y vuelta de la empresa, comidas fuera de casa, canguros y similares).
No obstante, si el dinero que entra en casa proviene de una actividad profesional o un pequeño negocio, me consta que a menudo se mezclan gastos relativos a éstos con el resto de pagos.
Como siempre, en un proceso de coaching financiero empezamos por establecer los objetivos (qué es lo que queremos), para luego seguir con para la toma de conciencia de la situación de partida.
Así, una vez determinados objetivos, mi recomendación para los propietarios de pequeños negocios es iniciar la fase de análisis por los gastos personales o familiares, con el fin de averiguar qué es lo que la persona o familia necesita para vivir de acuerdo con sus metas. Se trata de identificar los pagos que se producen con independencia de si la fuente de ingresos es un salario o un negocio propio: comida, alquiler o hipoteca, suministros (agua, luz, teléfono, etc.), las escuelas de los niños, ocio, ropa, vacaciones …
Cuando tenemos lo más básico, lo que hace falta para disfrutar de un estilo de vida con el que nos sintamos cómodos, es el momento de entrar a analizar el negocio.
Para hacerlo, veremos cuáles son los ingresos actuales y una estimación de lo que se podría facturar en el futuro y, a continuación, los gastos que se producen en cada escenario. Esto nos dará una idea de si la actividad profesional genera o no dinero suficiente para atender las necesidades domésticas.
Si se quiere afinar, puede ocurrir que una zona de la vivienda o un porcentaje de los suministros, por ejemplo, estén destinados al negocio. En estos casos, conviene asignar con cierta precisión qué porción del gasto corresponde a cada parte.
Por otra lado, muchos de los propietarios de negocios cotizan a la Seguridad Social sobre la base mínima, por lo que interesa más que nunca planificar correctamente un ahorro para asegurar que cuando llegue la jubilación, o ante un imprevisto, hay dinero disponible suficiente para hacerle frente.
Con toda la información sobre la mesa, es momento de tomar decisiones de manera responsable.
Yo soy de la opinión que, incluso en el caso de ser asalariado, siempre hay posibilidades de aumentar los ingresos, pero en un negocio propio tal vez esto es más evidente: se pueden buscar nuevos clientes y maneras de recortar gastos, con la vista puesta en que la actividad profesional por sí sola genere suficiente dinero como para dar cobertura a las necesidades personales o familiares.