Lo confieso: yo tengo unos patines en línea comprados hace muchos años (cuando aún no contaba con la consciencia financiera de la que gozo ahora) en una bolsa que no hace más que acumular polvo. Me podríais preguntar por qué que no los pongo a la venta en Internet (una fantástica opción para todo lo que no utilizamos), pero para mí son como un pequeño recordatorio de que no es nada recomendable hacer compras innecesarias.
En la trampa que yo caí también caen a menudo una buena parte de mis clientes: creemos que, por el hecho de comprar un determinado objeto o servicio, cambiaremos de hábitos, que aquella compra «nos obligará» a llevarlo a cabo. En mi caso, había hecho algunas salidas en patines de alquiler y pensaba que, tras el verano, podría seguir disfrutándolas. Lo que suele ocurrir es que el verano se acaba, los días se hacen más cortos (menos horas de sol y temperaturas que no invitan tanto a salir), las rutinas y obligaciones del día a día vuelven, y los patines van a parar a una bolsa que irá acumulando polvo.
Efectivamente, durante las vacaciones disponemos de bastante más tiempo, y tomamos decisiones que, una vez recuperamos las actividades habituales, a menudo no tienen continuidad. Además, como la mayoría de los trabajadores descansamos durante Julio y Agosto, todo ello se combina con dos factores:
- Es una época del año que se acostumbra a tener un poco de dinero en la cuenta corriente, especialmente si se cobra paga extra y/o la declaración del IRPF es favorable y Hacienda hace pronto el ingreso.
- Cuando volvemos al trabajo, hay preparada toda una batería de anuncios comerciales con múltiples ofertas basadas precisamente en todo este tiempo extra del que hemos dispuesto (¿os suenan todos estos coleccionables sobre arqueología, casas de muñecas o tanques de la Segunda guerra Mundial que tienen una primera entrega mucho más barata que el resto de fascículos?).
El patrón que seguimos es similar al que ya hemos tratado en otras entradas de este mismo blog: las compras impulsivas suelen tener como resultado una serie de objetos rondando por casa que, en el mejor de los casos, no tienen tanta utilidad como pensábamos (y, en el peor, acaban en una bolsa que acumula polvo).
Detectar las compras innecesarias
Si tenemos conciencia de que, por defecto, actuamos así, podemos adoptar decisiones diferentes que se basen en nuestra realidad y lo que de verdad necesitamos. Comprar unos patines no nos hará ir a patinar más. Quizás es más adecuado diseñar un plan que nos permita tener tiempo para ir a patinar una vez termine el verano, y mientras esperamos a verificar si este plan es factible en la realidad de días oscuros, fríos y posiblemente bastante ocupados del mes de Diciembre , seguir alquilándolos.
Cuando somos capaces de hacernos la pregunta «¿nos hace falta comprar esto?», puedo asegurar que el nivel de gasto baja, se gana capacidad de ahorro y, a menudo, tenemos más poder adquisitivo para llegar económicamente donde pensábamos que no llegaríamos. Es una sencilla cuestión de prioridades, no nos cansaremos de repetirlo.
¿Prefieres seguir con los mismos esquemas, o empezar a enfocar tus finanzas para conseguir lo que para ti es realmente importante?