En acOnseguir nos encanta ayudar a que nuestros clientes sean financieramente independientes. Esto implica menos deuda y más ahorro. Cuando disponemos de un dinero, a menudo nos planteamos invertir una parte de él. Y, en este punto, conviene preguntarnos qué nivel de riesgo financiero queremos asumir.
Una lectura clásica que ha inspirado a miles de ahorradores es «El inversor inteligente» de Benjamin Graham. En esta entrada del blog me dedicaré a repasar algunos aspectos que en su día me llamaron la atención. Y, en especial, un «ni lo sé ni me importa» que se me quedó grabado.
Preguntas clave para decidir sobre riesgo financiero
El autor ayuda a hacer un repaso de cuál es la situación personal antes de tomar cualquier decisión relativa a riesgo financiero. Propone hacerse preguntas como las que siguen:
- ¿Tengo pareja con ingresos, y, en caso afirmativo, de qué tipo son estos?
- ¿Debo hacerme cargo de hijos y los gastos que conllevan, sobre todo en cuanto a estudios superiores?
- ¿Heredaré dinero?
- ¿Me tendré que ocupar en el futuro de familiares enfermos o viejos?
- ¿Qué factores pueden afectar negativamente mi carrera profesional y mis ingresos?
- Si tengo un negocio, ¿cuánto tiempo suelen sobrevivir empresas similares a la mía?
- ¿Necesito que las inversiones sean un complemento a mis ingresos ordinarios?
- Teniendo en cuenta ingresos y gastos, ¿cuánto dinero me puedo permitir perder con mis inversiones?
En definitiva, todas estas preguntas nos dan pistas sobre qué parte del ahorro es necesario mantener líquida, y qué otra parte realmente se puede invertir.
«Ni lo sé ni me importa» como muestra de bajo riesgo financiero
Benjamin Graham pone mucho énfasis en dejar clara la diferencia entre un inversor y un especulador. Este último quiere sacar provecho de las fluctuaciones del mercado. El inversor quiere adquirir y mantener valores adecuados a precios adecuados: no se preocupa por las caídas ni emociona con las subidas a las cotizaciones, porque se mueve a largo plazo. De hecho, las palabras «inversor» y «largo plazo» para él se deberían considerar redundantes.
Por otra parte, la mayoría de los inversores no cuentan ni con el tiempo ni con los conocimientos necesarios para prever qué pasará con los mercados. Pongamos por caso la pregunta «¿qué pasará con las acciones de tal empresa?». O «cuál será la tendencia de la bolsa en los próximos dos años?»: La respuesta contundente que el autor considera que la mayoría de los inversores deberían dar es «ni lo sé ni me importa».
El libro justifica esta (aparentemente impertinente) respuesta con la técnica del «promedio del coste monetario». Cuando la seguimos, renunciamos a tener capacidad para anticipar cualquier comportamiento futuro de los mercados y ponemos todas las decisiones en piloto automático. Se trata de hacer inversiones periódicamente en un producto financiero que esté suficientemente diversificado. Y con independencia de lo que estén haciendo los mercados. Esto asegura que no invertiremos más (o reduciremos inversiones) cuando creamos que vale más la pena hacerlo. Al fin y al cabo, es posible que en según qué decisiones estemos equivocados.
Principios empresariales aplicados al alto riesgo financiero
Quizás hay quien crea disponer de tiempo y conocimientos para invertir agresivamente. El autor considera que tomarse la inversión de esta manera viene a ser como una actividad empresarial. Como tal, debería estar sometida a los siguientes principios:
- Conocer el negocio (o inversiones).
- No permitir que nadie dirija el negocio (o inversiones) sin que se puedan supervisar los resultados entendiendo qué se ha hecho (a no ser que por algún motivo se tenga confianza ciega en el gestor).
- No efectuar ninguna operación donde matemáticamente haya poco que ganar y mucho que perder.
- Reconocer los propios conocimientos y experiencia para llevar a cabo una acción aunque el resto del mundo opine diferente.
«El inversor inteligente» ha inspirado a muchos inversores desde 1949. A pesar de los casi 70 años desde la primera edición, las lecciones que nos da son plenamente vigentes hoy en día. Sólo hay que repasar las últimas crisis financieras para darse cuenta. ¿Quieres aplicar sus enseñanzas a tus ahorros? ¿Te ayudamos a hacerlo?