Probablemente conocéis el dicho popular que explica que el avestruz esconde la cabeza cuando ve señales de peligro. Por tanto, de manera habitual asociamos el comportamiento de esta inmensa ave a una carencia de querer afrontar los problemas. Más adelante quizás os daré una sorpresa al respecto. En todo caso, este encabezamiento me sirve para introducir la importancia de tener valentía financiera. La usamos para abordar situaciones que, caso de que no se resuelvan, se van complicando. Y, financieramente hablando, «complicaciones» suele traducirse en «deudas».
La principal motivación de estas líneas deriva de la experiencia que tengo en acOnseguir. Puestos a planificar financieramente, la verdad es que todos preferimos poder hacer números en un escenario de capacidad de ahorro. Esto ocurre cuando los ingresos superan los gastos. En este tipo de situación, se pueden marcar objetivos como contar con una renta adicional en el momento de jubilarse o poder cambiar de vivienda. Hay muchas otras entradas en este blog al respecto. Una de ellas habla, por ejemplo, del poder de la diversificación financiera.
Desgraciadamente, en muchas ocasiones el objetivo que se pone sobre la mesa es analizar cómo poder pagar deudas. De forma recurrente, éstas se han ido acumulando a base de ir retrasando decisiones financieras importantes.
Procastrinación: el enemigo de la valentía financiera
Cuando procrastinamos lo que hacemos es dejar para más adelante acciones o decisiones importantes por otras que resultan más agradables.
Hasta un cierto límite, las entidades financieras nos lo ponen muy fácil para hacerlo. Sólo hay que ir tapando agujeros con la tarjeta de crédito. Una vez llega el momento de pagar, se financia el saldo pendiente y la pelota corre adelante. Por desgracia, como he escrito en muchas otras ocasiones, el interés que genera esto es casi de usura. Estamos hablando de costes anuales alrededor o claramente por encima del 20%.
Reducir tamaño como primera medida de valentía financiera
Ahora (tal vez) os daré la sorpresa que os avanzaba en el primer párrafo. El avestruz, en realidad, no esconde la cabeza. Cuando viene un depredador, lo que hace es bajarla para que no sea tan fácil de detectarlo con el cuello tan largo que tiene. En cierto modo, este animal de entrada se hace pequeño. Y, a continuación, al parecer puede herir gravemente a su atacante repartiendo coces con sus poderosas patas.
Es un símil excelente. Cuando hay problemas, el primer consejo es asegurarnos de que las entradas de dinero en el futuro serán iguales o superiores a las salidas. Quizás esto requerirá reducir tamaño.
Dentro de este proceso, es muy interesante determinar qué importe queda disponible una vez pagados todos los gastos mínimos necesarios para vivir, porque esto nos permitirá pasar a la siguiente fase.
Valentía financiera en la reestructuración de la deuda
Siguiendo el símil anterior, posiblemente la versión financiera de repartir patadas es ponerse a trabajar. Se trata de coger el toro por los cuernos y ajustar la cuota global que pagamos por las deudas a la realidad de lo que realmente podemos asumir. Habitualmente, esto pasa por sustituir el carísimo crédito de las tarjetas y aquel que se tenga que pagar pronto por otro a más a largo plazo. Las entidades financieras implicadas sólo nos dejarán hacerlo si podemos demostrar que estos pagos están a nuestro alcance.
El aprendizaje que nos aporta la valentía financiera
Todos los que hayamos encarado en la vida una situación (financiera o no) complicada sabemos que no es un proceso agradable. Sin embargo, también hemos constatado que si el cambio se vive desde la honestidad con nosotros mismos, este proceso nos fortalece. Pasada la travesía del desierto, lo miramos todo desde otra perspectiva y, probablemente, no volvamos a caer en los mismos errores.
En acOnseguir te acompañamos en procesos de cambio similares a los que has podido leer en las líneas precedentes.