La conclusión a la que llego después de haber hablado con muchos clientes es que, por mucho que deseemos alcanzar una determinada meta económica, si no adoptamos un método que nos lleve a ella, difícilmente llegaremos. Necesitamos automatizar el ahorro mensual que nos permita lograr el objetivo.
Todas las cosas suelen funcionar mejor si están interiorizadas y automatizadas. Cuando conducimos un coche (y ya hace un tiempo que tenemos el permiso de conducir, por supuesto) no estamos todo el rato pensando si pisamos el embrague antes de cambiar de marcha, es automático. Sencillamente, nos ponemos en «modo conducción» y conducimos.
En finanzas pasa un poco lo mismo. El jefe de compras de una empresa sabe que puede comprar o no porque tiene un presupuesto que le guía. Si se han seguido los procedimientos adecuados, este presupuesto fue aprobado en su día por la dirección de la empresa y, por tanto, todos son conscientes de que si las compras se ajustan a lo previsto, los números saldrán como se espera. Está automatizado.
Hace unos meses decía en un post que todos somos nuestra empresa. Si a nivel de economía personal o familiar somos capaces de establecer un presupuesto y seguirlo, lo que en este documento esté previsto acabará pasando. En caso de que queramos hacer cualquier proyecto sin endeudarnos, el dinero para llevarlo a cabo estará disponible en la fecha prevista. Podemos estar tranquilos.
Y esta automatización de la economía doméstica tiene otras ventajas. Por ejemplo, cuando vamos de rebajas, ¿cuántas veces nos hemos preguntado lo que nos podemos gastar?. Con un presupuesto en la mano, la respuesta es inmediata: lo que allí se diga. Si lo que hemos previsto para ropa durante todo el año es de 300 EUR, 600 EUR o 2.000 EUR, ya sabemos cuál es el límite (y, claro, hay que recordar que normalmente hay dos períodos de rebajas, así que no parece prudente gastar todo en el primero). No hay que pensar más.
Además, si hacemos las cosas de esta manera, podremos atrevernos a tomar una decisión muy interesante: podremos planificar el ahorro, y destinar dinero a gastos futuros que ya tengamos también previstos. A corto y medio plazo (máximo 10 años), es muy recomendable ir dotando un fondo para emergencias o compras de importe elevado que se producen cada bastante tiempo: la entrada para un piso, la reforma de la cocina, el cambio de coche, etc. Y, a largo plazo (a más de 10 años vista), puede ser muy conveniente tener un ahorro para la universidad de los hijos, o para disfrutar de una jubilación mejor.
Si, de manera recurrente, y de acuerdo con una previsión que cuadre, cada mes retiramos de la cuenta corriente un dinero destinado a ahorro, estamos dando cobertura no sólo a nuestras necesidades actuales, sino también a las futuras. Esto es lo que se llama una buena planificación financiera.